EL PROBLEMA DE LA NO ELECCIÓN CONYUGAL PERMANENTE

Ya el amor se ha vuelto el premio de un juego de azar en el que apostamos nuestros valores, nuestros sentimientos y nuestra intimidad con tal de ganarlo. Esto se debe al desconocimiento de las relaciones humanas, a la sexualización del presente siglo, a la falta de lealtad religiosa y al descontento generalizado de personas que no encuentran su media naranja. Recordemos que la vida en pareja, al igual que el matrimonio, son instituciones sociales donde se propende conocer el amor y vivir felizmente hasta que la muerte los separe.  Sin embargo, por encima de las conductas socialmente aceptadas, un hombre puede tener n esposas a los largo de su vida, así como una mujer puede tener n maridos en toda su vida.

Los efectos negativos de estos comportamientos se ven con mayor frecuencia: mujeres solas con varios hijos de diferente padre, madres solteras, separaciones de un día para otro, padres con hijos por doquier, niños que crecen sin figura paterna; sin mencionar los efectos psicológicos y sociológicos a los que se enfrentan tanto hombres, como mujeres y niños. No podemos negar que aun vivimos en una sociedad machista, y una mujer con dos hijos o más, le resulta más difícil encontrar un hombre dispuesto a pasar toda su vida con ella. En cierta ocasión tuve la oportunidad de entrevistar a una mujer de 27 años para un cargo de vendedora: tenía 6 hijos, y no tenía esposo, novio, amante o algo similar.

La elección conyugal permanente es una decisión que precisa un poco más de tiempo, tiempo que muchas personas no están dispuestas a esperar. Al parecer la visión del mediano y largo plazo se ha acabado, y queremos las cosas para ya; queremos vivirlo toda de una vez. Un noviazgo hoy en día toma su valor de acuerdo a las vivencias sexuales a las que haya lugar, porque lo sexual prima sobre lo afectivo, y esta tendencia se empieza a proliferar entre los más jóvenes, y las consecuencias se están materializando en adolescentes embarazadas y madres solteras con menos de 18 años. Cuando una pareja decide iniciar una vida de pareja generalmente no está pensando en una relación permanente, si así fuere optarían por formas más elaboradas de convivencia conyugal, como el matrimonio civil o religioso. En sus mentes vive la incertidumbre y la inseguridad de que en algún momento todo se puede acabar. No hay una creencia en el amor perpetuo, y por ello, no vale la pena soñar, porque “nada es para siempre”.

Vivimos una vida acelerada, donde el egoísmo reina en personas que no siguen patrones de comportamiento que dan ejemplo para las nuevas generaciones. De seguir con estas conductas de relaciones afectivas pasajeras, con el paso de los años, elegir esposo (a) para toda la vida será una cosa del pasado, quizá en la misma medida en la que fue el matrimonio sin amor de la época medieval. 

Por Daniel Gómez. 
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