EL MATRIMONIO EN PRO DE LA FELICIDAD


Durante mucho tiempo, y en diversas culturas del mundo se ha percibido el amor y el matrimonio como dos palabras muy entrelazadas, tanto así que muchas personas lo llegan a considerar sinónimos, dado que ambos tienen motivos parecidos a la hora de ser manifestados y consagrados en la realidad de nuestras vidas.

El matrimonio es una unión marital de hecho, muy distante del amor como tal, aunque nadie ha dicho que en el matrimonio no puede existir el amor. De hecho, desde el siglo XVIII el amor se estableció como requisito válido para contraer nupcias, ya que antes se anteponían beneficios económicos y políticos. El amor en nuestros días, generalmente nace mucho antes que el matrimonio, y es este último la consagración de ese amor ante Dios y ante mundo. Muy diferente a lo que ocurría en épocas anteriores al siglo XVIII, donde ocurrieron innumerables historias de matrimonios donde el esposo (a) estaba bajo el juramento de matrimonio, pero realmente amaba a otro (a); y prueba de ello, reposa en los largos anaqueles de las bibliotecas.

También existen historias – aunque pocas - de parejas que de acuerdo a beneficios económicos o políticos, llegaron al altar sin que el amor existiera, pero con el paso del tiempo el amor surgió entre ellos. Sin embargo, en pleno siglo XXI es inconcebible un matrimonio sin amor (al menos en la cultura occidental, ya que diversas culturas aún realizan matrimonios arreglados); Y es que no es factible que el amor tenga un surgimiento después de que la convivencia marital se establezca. Aquí ocurre más bien una aceptación y adaptación a la vida conyugal, que a través del tiempo va sensibilizando los sentimientos de cada uno,  llegando a relacionarse directamente con las expresiones del amor y la vivencia del mismo.

Por otro lado, el amor repercute significativamente en el orden y la estabilidad social. El hecho de que una pareja enamorada decida casarse, congenia con los lineamientos actuales respecto a la creación de una familia, el fomento de los valores socialmente aceptados, el desarrollo personal, la integridad social y la continuidad cultural a través de las generaciones. Gracias al romanticismo y la proliferación del amor y todas sus variantes, el matrimonio dejó de ser una estrategia política y económica, para convertirse en una forma de vida de las personas, y ese elemento diferenciador fue el amor.

Para finalizar, le recuerdo a todos los matrimonios que el amor en la vida conyugal, tiene ese poder mágico de cambiarlo todo, de retornar la felicidad – si es que sienten que la perdieron – y de recordarnos que la persona que está a nuestro lado es un regalo de Dios que no rechazamos. A manera de cita personal, yo digo: “Puedo divorciarme en cualquier momento, ¿Por qué hacerlo ahora?” Recuerde: La felicidad está dentro de cada uno de nosotros, no fuera de sí. 

La felicidad no está en un carro nuevo, ni en una casa de un millón de dólares, ni en un trabajo de altos ingresos, ni en su esposo (a); la felicidad está dentro de usted, y cuando usted sea feliz por dentro, el mundo que lo rodea, será feliz.


Por Daniel Gómez. 
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