MATRIMONIO EN PILOTO AUTOMATICO
Es cierto que todo matrimonio necesita
dirección, pero cuando las direcciones se establecen como si fuera “un manual
de rutina” el matrimonio queda en piloto automático. Los “conductores” olvidan
sus funciones y no toman el volante para dirigir la marcha. Esta analogía la uso para explicar cómo
muchas parejas no le ponen el alma a algo tan sublime como lo es el matrimonio.
Desde la unión carnal hasta la unión espiritual, el matrimonio es el iniciador
de la sociedad, es la forjadora de valores, de principios y de individuos para
las nuevas generaciones.
¿Cómo es un matrimonio en piloto
automático?
Hace poco mientras esperaba en la fila de
la caja del supermercado, mi esposa tomó una revista y empezó a leerla. En un
artículo que hablaba del matrimonio, leímos algo parecido a: “el matrimonio
humanamente hablando es imposible, se necesita de Dios para darle dirección”.
Es decir que cuando Dios no es invitado como participe de la unión conyugal,
esta queda supeditada a las decisiones
de cada uno de los conyugues.
Una de las características de los
matrimonios en piloto automático es que las reglas están preestablecidas y se
siguen sin objeción alguna. Por ejemplo: el hombre hace el mercado, los
problemas se evitan, las diferencias no se discuten, el sexo se hace en la
cama, las salidas son en ciertos días, las vacaciones se planean, etc. Tales reglas generalmente no son escritas, si
no que las acciones y reacciones de cada uno de los integrantes del matrimonio,
la dejan sentado por defecto.
La inseguridad de los conyugues es parte integral
de la fórmula para volver un matrimonio en un proceso automático. Por lo tanto:
(Mujer
insegura + Hombre inseguro) – Dios = Matrimonio Automático
Aunque se ven como matrimonios felices,
generalmente heredan a sus hijos conductas erradas como dependencia o
inseguridad. Como esposos, deben tomar las riendas de su
unión, de fortalecer, de decidir, de proponer, de no dar nada por sentado. Los
estándares pueden ser rotos en la intimidad de su hogar; el amor debe ser
expresado y no “envasado” en los rincones del alma; el esposo (a) es una parte
fundamental de la felicidad y no un objeto móvil en casa; las reglas
matrimoniales son tan flexibles como la pareja quiera; que no sean talladas en
piedra si no en la arena, donde podamos jugar a cambiarlas, a intentar lo
diferente, a entrar en un mundo desconocido para conocernos más.
Flexibilicemos nuestra alma y nuestra
espiritualidad para que podamos vivir un matrimonio libre, feliz y sin procesos
automáticos.
Por Daniel Gomez
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