TENTACIÓN A UN HOMBRE - Microrrelato

Era un viernes en la tarde y Carlos recibe una invitación de Mariana, una de sus compañeras de oficina. Esa tarde después del trabajo, se iban a reunir en su apartamento algunos amigos para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, harían una cena y compartirían un pastel. Por supuesto, también iban algunos de los compañeros de trabajo. Carlos llama a su esposa y le dice que va a llegar más tarde de lo normal, ya que se iba a reunir con unos amigos después del trabajo. Dado que no tenían ningún plan en pareja para esa noche, y accedió a ir. A las 9:00 de la noche, el pastel y el canto desafinado de cumpleaños ya eran tan solo un recuerdo, por lo que todos los invitados se empezaron a marchar. Carlos decide irse con el último grupo de invitados que recogían sus abrigos para marcharse a casa.

Sin embargo Mariana tenía otras intenciones para con Carlos, y le pide el favor que la espere ya que tenía una cita esa noche y el quizá podría acompañarla hasta la recepción del edificio. Pasados diez minutos, Mariana sale de su habitación con menos ropa de la que tenía durante la cena. Ante la mirada atónita de Carlos, ella se sienta a su lado y le dice: 

-Hace mucho tiempo que estoy enamorada de ti, pero sé que eres casado y que tal vez no dejarás a tu esposa por mí, pero por lo menos quiero tenerte tan solo una noche. Mi cita de esta noche eres tú. Te pido que te quedes un poco más de tiempo conmigo. 

Miles de pensamientos pasaron por la cabeza de aquel aterrado hombre. Su instinto carnal le decía que las oportunidades solo vienen una vez en la vida; la esposa nunca se enteraría, y quizá dos horas más no iban a marcar la diferencia para la llegada a casa. En ese momento veía a Mariana más hermosa, quizá porque el ropaje no cubría plenamente su tersa piel, y porque nunca había visto sus senos tan descubiertos. Su mirada le incitaba a que no había tiempo que perder. También recordó su boda, su amada esposa, sus dos hijos que le esperaban en casa; recordó el voto de confianza de su esposa y el amor de sus dos pequeños hijos. Tardó unos minutos en pronunciar palabra, pero sentía una mirada sobre si mismo, una mirada expectante que esperaba un “sí”. 

-Mira Mariana, dice Carlos.  Tú eres una mujer mucho más joven que mi esposa. Eres hermosa, tienes cualidades espectaculares; eres lista, trabajadora. Tu trabajo en la oficina lo haces diligentemente y estas dispuesta a colaborar en todo. Pero no estoy enamorado de ti, por lo tanto no puedo quedarme esta noche contigo, porque a pesar de los 12 años que tengo de casado, aún estoy enamorado de mi esposa. Aun mi amor florece cada mañana, aun las palabras más hermosas son para ella. Ella es mi vida, es mi todo. Le prometí hace 12 años ante Dios, que le iba a amar y a respetar todos los días, le entregue mi vida a ella, y la ha sabido cuidar muy bien. Todos los días le pido a Dios que yo pueda amarla más, y que mi amor por ella sea perpetuo como lo es el amor de él por nosotros. No le he fallado en doce años, y esta noche no será la excepción. 

- Eres especial, por eso me enamore de ti. 

-Es un halago para mí que me digas eso, pero tener sexo contigo esta noche seria para mi superficial porque no te amo; te haría daño, me haría daño a mí mismo, y si mi esposa se enterara la heriría profundamente y el odio reclamaría como suyo su noble corazón; le fallaría a mis hijos como buen padre, y decepcionaría a Dios como buen hijo. Quizá muchos hombres, e incluso tú misma pensaran que soy un tonto por dejar pasar esta supuesta oportunidad, pero sería más tonto si acepto tu propuesta de sexo casual, inconsecuente y carente de amor, poniendo en riesgo mi matrimonio, mi familia, mis hijos, mi felicidad, mi amor y mi relación personal con Dios.

-En realidad piensas muy diferente. No lo entiendo muy bien, pero obligarte no puedo, ¿O sí? 

-No puedes obligar nada a nadie. Todos somos libres de hacer lo que deseamos, y estoy siendo libre en rechazar tu propuesta, porque ser libres implica una gran responsabilidad, el problema es nadie lo entiende y por eso vemos tanta descomposición social. Yo ya he elegido, y he elegido muy bien.

-Qué suerte la que tiene tu esposa. Ella te tiene todo el tiempo contigo, y yo solo sueño con unas cuantas migajas de tu amor. En verdad la envidio.

-No envidies a nadie. La envidia encarcela tu corazón en un jaula donde solo puedes ver lo bueno que le sucede a los demás, mientras tu gritas dentro tratando de vivir tu vida, deseando salir para hacerte cargo de ti misma. Lo más paradójico de todo, es que la llave de esa jaula siempre la has tenido tú. El hecho que mi esposa me haya elegido a mí no cuestión de suerte; la suerte es solo un resultado diferente dentro un conjunto de probabilidades iguales; yo podría decir que soy yo el tuve la suerte de encontrarla, porque ella ha cambiado mi vida; pero la realidad es que se cumplieron los deseos más profundos de nuestros corazones, porque los dos, aun sin conocernos, deseamos algo: ella deseo un hombre diferente, y yo desee una mujer diferente, y entonces Dios se encargó del resto.

-Encontrar un hombre como tú es muy difícil. Al único que conozco es a ti, y ya estas comprometido.

-Difícil no es y nunca será sinónimo de imposible. No importa que no conozcas a nadie, no importa que todos los chicos de tu clase o de tu oficina sean iguales; debes creer que hay un hombre soltero, diferente a todos los demás. Déjalo en manos de Dios y entonces el guiará aquel hombre a tu vida, porque él también está pidiendo a Dios una mujer diferente. No regales tu amor, y mucho menos tu cuerpo por un poco de atención disfraza de sexo. Todos somos valiosos y nuestro cuerpo es un templo sagrado. Yo no cuidaría tu cuerpo como cuido el de mí esposa: en tu cuerpo yo solo entraría y saldría, pero en mi esposa yo entro para quedarme en ella, y el factor diferenciador es el amor. 

-Pero estoy enamorada de ti, siento que te amo. 

-Pero yo no te amo, esa es la realidad, y el amor deber ser correspondido para que sea verdadero. El amor nace de dos, pero si uno ama y el otro no, el amor como tal no será verdadero, porque la carga de amar solo sería llevada por uno, en este caso, por ti.

-Pero no tengo a nadie que corresponda mi amor.

-Si lo tienes, siempre lo has tenido. Empieza a amar a Dios, y él te dará un amor verdadero, tanto en la tierra como en el cielo. 

Ya son las 9:45, debo irme. Gracias por tu invitación.

Por Daniel Gomez
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