EL MAL DEL SILENCIO

Nuestro matrimonio está en silencio, es como un parque sin niños. Las risas se me pierden en la imaginación; las palabras bonitas no se reflejan en las paredes de nuestro hogar; un te amo de viva voz es un anhelo perdido en el tiempo, y tu voz, tan sólo un recuerdo.


Una de las reglas de oro para que un hogar se convierta en un paraíso es el dialogo. El amor es muy sensible y las palabras constituyen una fuente muy importante para mantenerlo vivo y energizado para afrontar el estrés y los retos de la vida diaria. La falta de dialogo va deteriorando poco a poco el matrimonio, hasta el punto de llevarlo a un inevitable divorcio.

A aquellos matrimonios que no dialogan, coloquialmente les digo que sufren “el mal de silencio”, ya que el silencio es el que reina en el hogar. Recuerdo en particular un matrimonio joven, la mujer tenía para ese entonces unos 22 años y el joven unos 25 años. Hacía un poco más de dos años que el joven había conseguido un nuevo trabajo, y al preguntarle a la joven esposa que puesto ocupaba su esposo en la empresa, aseguró no saber. Ese es un síntoma de dicho mal.

Interesarnos por la otra persona no significa inspeccionar cada minuto que es lo que hace o con quien esta. Este interés se nota en los espacios de dialogo, donde se abre la oportunidad de comentar el día, los nuevos retos en el trabajo, las decisiones del hogar y porque no, algunos pensamientos personales de cada uno de los esposos. Pero cuando sufren el mal del silencio, el matrimonio esta en piloto automático: cada uno sabe qué hacer y simplemente lo hace, incluyendo las responsabilidades con los hijos.

Evalué su matrimonio y trate de crear más espacios de dialogo. Si ya tienen un espacio para este, no importa, trate de que ese espacio de comunicación sea más amplio y enriquecedor para la vida matrimonial. Recuerde que dentro del matrimonio, la comunicación solo es superada por el amor.
Por Daniel Gómez.
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