MATRIMONIO Y SOCIEDAD - PARTE III
Divorcios
Inexplicables Para Los Hijos
Un estudio más profundo de los efectos del divorcio
distingue entre dos tipos de situaciones: los divorcios que ocurren en
matrimonios con alto nivel de conflictividad y los que tienen lugar en hogares
en los que las discusiones o la violencia no aparecen más que raramente.
"En el primer caso, los hijos pueden experimentar el
divorcio -al menos psicológicamente- como un alivio; en el segundo, la
experiencia de la ruptura familiar les supone un desastre absoluto e
inexplicable", se concluye.
Y lo peor es que, entre los entrevistados, "sólo un
treinta por ciento afirmaron haber tenido más de dos discusiones serias el mes
anterior al divorcio". Los datos resultan claros: "La mayoría de los
divorcios en los que hay niños implicados no rompen matrimonios desastrosos
sino matrimonios que, desde el punto de vista de los hijos, son, al menos,
suficientemente buenos".
Waite y Gallagher señalan también el papel que han tenido
los abogados norteamericanos en la flexibilización de la legislación
divorcista, hasta conseguir el divorcio unilateral, y sin necesidad de alegar
ninguna causa.
Con la reforma introducida en Estados Unidos, resumen las
autoras, "se requieren dos personas para casarse, pero sólo una para
divorciarse a cualquier hora, por cualquier motivo y tan rápido como los
tribunales puedan dividir las propiedades o definir a quién corresponde la
custodia de los hijos".
Todas estas amenazas están bloqueando el descubrimiento de
las ventajas del matrimonio y hacen prevalecer una mentalidad defensiva.
La falta de interés hacia el matrimonio se refleja en la
disminución de ayudas específicas para la familia basada en el compromiso
matrimonial. La presión de algunas minorías combativas hace parecer
discriminatorio el establecimiento de políticas favorables al matrimonio -es un
asunto privado, de dos adultos, en el que nadie tiene derecho a intervenir-.
Paradójicamente, otras formas de relación, como pueden ser
las parejas de hecho, exigen como propias las ventajas sociales de los casados
y los tribunales cada vez se sienten más proclives a considerar que puede ser
incluso inconstitucional tratar de manera diferente a las parejas, en función
de si están o no casadas.
Una opción social preferente Gallagher y Waite culminan su
análisis con la sugerencia de unas líneas de actuación para reconocer al
matrimonio como una opción social preferente. Hay que dejar de considerarlo
como una opción privada más -aseguran- y verlo como lo que es: un compromiso
público, un ideal moral y una institución social.
Por eso la primera propuesta se refiere a la necesidad de
hablar sobre el matrimonio. En un momento en que muchas personas han dejado de
usar la palabra "matrimonio", los investigadores sociales y los
expertos universitarios tienen una particular responsabilidad en analizar los
efectos sociales del matrimonio. Por ejemplo, el cálculo del coste público de
los fracasos matrimoniales proporcionaría datos para evaluar la oportunidad de
muchas subvenciones o subsidios.
Otra de las sugerencias para fortalecer el matrimonio
exigiría adecuar la política fiscal, de manera que no penalice a las familias
con más de dos hijos, y reformar la legislación sobre el divorcio. Algo empieza
a hacerse. El último capítulo recoge la experiencia reciente de dos Estados
-Luisiana y Arizona- que en 1997 y 1998 establecieron leyes más restrictivas.
En el primer caso, la reforma incluye un acceso limitado al divorcio, la
prolongación de los períodos de espera y la obligatoriedad de asesoramiento
familiar previo.
También ofrece la posibilidad de elegir entre la legislación
existente -que permite el divorcio unilateral- y un nuevo tipo de contrato
matrimonial que limita el divorcio a ciertos casos.
Tomado de www.aciprensa.com
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