CONSTRUYENDO UN MATRIMONIO
Muchos son los matrimonios que se deslizan a toda velocidad
hacia un abismo sin salida aparente. Las situaciones son muy particulares, pero
destacan situaciones relacionadas con la falta de disposición para cambiar, la premisa
de que todo seguirá igual, y el miedo a ser o seguir siendo infeliz. Estas posturas son bombas de tiempo, “materiales
imperfectos” dentro del edificio llamado matrimonio.
Construir un matrimonio se hace “ladrillo a ladrillo”. Cuando
optamos por construir con “secciones prefabricadas”, el daño de una sola sección
puede poner en riesgo la estabilidad de toda la estructura. Si construimos
pieza por pieza, no es necesario derrumbar el matrimonio para restaurar algo
que está fallando. Construir tarda tiempo, pero destruir es solo cuestión de
segundos.
Existen tantas “herramientas” como “materiales” para
construir un matrimonio, y los integrantes del mismo realizan una estructura
juntos que puede ser muy mala, mala, regular, aceptable, buena o excelente (lo
use como ejemplo de escala de calificación de relaciones de pareja). A veces,
un matrimonio esta tan mal estructurado, que es mejor derrumbarlo todo, y
comenzar de nuevo.
Construir correctamente un matrimonio es un don, una gracia
que solo pueden hacerlo aquellos matrimonios que se asocian, que encuentran “un
inversionista” para construir tan maravillosa obra: ese inversionista socio es
Dios. Un matrimonio es entre un hombre y una mujer (seres terrenales) y Dios (ser
espiritual). Nuestro contacto directo con la fuente creadora nos dará la combinación
idónea para hacer una estructura sólida, que soporte los fuertes vientos, que
resista las altas temperaturas, que la lluvia no se filtre y que la base de la
estructura matrimonial no ceda con alguna inundación. Dios es la base de la
vida matrimonial el que nos protegerá de todas las dificultades que se nos
presenten en la vida.
No importa cuántos materiales buenos tenga (Amor,
tolerancia, paz, respeto, compromiso, armonía, tranquilidad, honestidad, humildad,
sinceridad, etc) si no tiene un experto en la construcción (Dios) terminará
mezclando los buenos materiales con agentes destructores (irrespeto, ira,
gritos, violencia, infidelidad, descuido, intolerancia, infelicidad, etc) y la estructura solo soportara unas cuantas
tormentas.
Somos los arquitectos y diseñadores de nuestra vida
matrimonial, pero ello no basta, necesitamos un auténtico constructor. Así como
el arquitecto necesita de obreros, de ingenieros y de constructores para ver
realizada su obra. Dios es el creador, el constructor perfecto. ¿Por qué no
hemos de contar con él para que construya nuestro matrimonio? ¿Qué nos detiene?
Por Daniel Gómez.
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