LA DECISÓN DE AMAR


La felicidad está cimentada en el amor. Sin embargo, muchas veces perdemos el tiempo buscándola en las banalidades que nos ofrece el mundo exterior, sin detenernos ni por un instante a observar nuestro mundo interior, fuente infinita del amor y por ende de la felicidad. Bebemos de fuentes diversas, parecemos insaciables, inconformes e infelices, sin saber que en lo profundo de nuestro ser reposa el secreto para saciar nuestra sed de felicidad; como lo dije anteriormente, es el amor que emana de nuestro interior, pero que a veces lo dejamos pasar creyendo inocentemente, que por el simple hecho de estar en nosotros, nos pertenece. 

El amor es una fuerza creadora de sueños, de esperanzas, de anhelos, de felicidad... y trae consigo un magnetismo que permite integrarnos. Aunque en los libros de física no vas a encontrar las fórmulas ni los mecanismos físicos para medir y calcular el magnetismo del amor, no podemos decir que es irreal e inexistente. Cuando en tí hay amor, este atrae amor del mundo que te rodea, bridándote la posibilidad de encontrar más fácil la felicidad.

Pero ¿De dónde surge el amor? El amor surge de la decisión de amar. Amar a nuestra esposa (o) es una decisión que se toma, y a raíz de ella surge el amor. Repasemos estas líneas para aclarar el concepto:

“¿Aceptas serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarla y respetarla todos los días hasta que la muerte los separe?

Decidimos amar en todo momento cuando dimos el sí en el altar, ¿Por qué hemos de olvidarla pasado un tiempo? Quizá las dificultades cercenan el amor, pero si aun sigues firme en tu decisión de amar, el amor renacerá. 

Por Daniel Gómez. 
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