EL AMOR EN PRISIÓN

Imangínese por un momento, cómo sería su vida si estuviera encarcelado entre cuatro paredes, sin poder salir, ni expresar lo que siente, preso del silencio y de las malas decisiones del pasado. Eso mismo pasa cuando dejamos que el miedo, la desilusión y la depresión tomen el control de nuestra vida, encarcelamos el amor, lo volvemos prisionero y lentamente lo vamos matando con el silencio. 

Que triste que por una mala experiencia amorosa o mala decisión en nuestras vidas, condenemos al amor a una cadena perpetua, cuando lo único que necesita para ser feliz es otra oportunidad y más amor.

Cuando la persona que amamos nos falla, nos engaña o abandona, está bien que nos demos un tiempo para reflexionar y sanar nuestras heridas, el problema es que después de que pasamos por esa situación en vez de abrir las puertas para que el verdadero amor llegue a nuestras vidas, las cerramos con candado, muchas veces nos encerramos nosotros mismos en una prisión, donde no entra el sol, y lo único en lo que pensamos son en cosas malas y trágicas, deseamos vengarnos de la persona que nos hizo sufrir o simplemente no queremos ni vivir, que falta de conciencia y de madurez. 

Como es posible que permitamos que una persona determine nuestra felicidad, si no nos ama, ella se lo pierde, la vida es bella y continua. Debemos dar lo mejor de nosotros siempre, hasta que llegue esa persona que nos valore, respete y esté dispuesta a vivir bajo los mandamientos de Dios. Definitivamente vivir bajo el sacramento del matrimonio edifica nuestras vidas para dar amor incondicional hasta que Dios nos necesite en su reino Celestial.

Por Cony Alarcón
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